Los frutos del madroño, por Julià Guillamon

2021-12-29 22:10:39 By : Ms. Polly Yan

El madroño es una planta vedette. Todos los frutos de bosque de finales de verano y principios de otoño son coriáceos, oscuros, recubiertos de hojas, cápsulas y zurrones. Las castañas, en el interior de una pelota de tenis con pinchos, son penitenciales, como corresponde al día de los muertos, a la semana del cambio de hora y a las tardes cortas. Las bellotas son faunescas y primitivas. Las de alcornoque crecen gordas y lustrosas: te dan ganas de romper una y morderla, después siempre resulta ser un poco ácida y astringente. Las avellanas de las umbrías y los hayucos de la media montaña son más delicados y, bajo una cáscara clara o una judía de plexiglás , mantienen una ternura primaveral. Y todavía están las nueces, dos cerebros encerrados en un cráneo de madera, cubierto con una manta negra y arrugada, que es la pulpa seca.

En medio de esta proliferación de vida deshidratada, los frutos del madroño aparecen carnosos y rutilantes, formando ramos de colores en las ramas. A mediados de diciembre sólo quedan las más resistentes, que han soportado las ventoleras y que no se han podrido. Son de un rojo intenso, negruzco en la parte exterior. Alguno se ha endurecido, pero otros todavía pueden comerse. A finales de agosto, los frutos del madroño son de un color verde pálido, firmes, con la superficie granulada. Después van tomando color de yema de huevo. Entre el amarillo inicial y el carmín de la madurez van pasando tonos y medios tonos. Lo que el castaño o el haya logra con las hojas (pasar del verde al amarillo y al marrón tostado), el madroño lo consigue con los frutos. En un momento de coquetería extrema, el arbusto, estratégicamente colocado , se recorta contra el cielo, las hojas de color verde oscuro, lanceoladas, destacan contra el azul, y los frutos naranjas y rojos, forman un planetario flamante. Algunos madroños crecen también en el interior del bosque, salpicados entre los alcornoques, como una cúpula que cubre la tierra donde crecen las setas de temporada.

Los frutos del madroño, al madurar, se ablandan y se deshacen por dentro en una sutil mermelada, sin llegar a perder la forma perfectamente esférica. Cuando el pecíolo se rompe o caen por el viento, quedan abollados en un recodo del camino. Un alcornocal tapizado de frutos rojos, que transparentan el naranja del interior, es un espectáculo artístico. Estos frutos de miel tienen un sabor fresco y pastoso. No se deben comer muchos porque son ligeramente tóxicos. De ahí el nombre, Arbutus unedo : come sólo uno. Los pájaros deben estar al corriente porque no hay muchos frutos picoteados.

En pleno festival de frutos, ¡el madroño vuelve a florecer! Es el momento mágico en que junto a las bolas rojas penden racimos de campanitas que serán los frutos del año próximo. ¡Necesitan doce meses para formarse! Son unas campanas que parecen de cera, que se van oscureciendo y, que al caer, mezcladas con el musgo, las hojas secas y los frutos de este año, forman una alfombra de corpus inigualable.

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