Diario HOY | Las tortugas marinas regresan a las playas de Tailandia gracias a la pandemia

2022-05-21 19:04:57 By : Ms. Emma Liao

En una playa desierta en el sur de Tailandia, una tortuga cava un nido para poner un centenar de huevos blanquecinos, cubrirlos nuevamente de arena y volver a las aguas del mar de Andaman.

Desde el comienzo de la pandemia y la disminución del turismo, aumentó el número de tortugas marinas que acuden a desovar a este reino del sureste asiático, donde los científicos tratan de preservar esta especie amenazada de extinción.

Esta tortuga verde, observada en el islote de Koh Maiton cerca de Phuket (sur), no volverá para vigilar sus huevos. Eclosionarán en unos dos meses y las crías se deslizarán hacia el agua, guiadas por la luz de la luna.

Solo una de cada 1.000 llegará a la edad adulta.

Las aguas cálidas que bañan Tailandia acogen hasta cinco especies de tortuga marina: laúd, verde, carey, golfina y caguama.

“Su nidificación ha mejorado en estos dos últimos años gracias a la ausencia de turistas, de contaminación acústica y luminosa”, explica a AFP Kongkiat Kittiwatanawong, director del Centro de Biología Marina de Phuket.

Esta isla paradisíaca acogía millones de visitantes antes de la crisis, que provocaban importantes molestias a estos animales como el exceso de construcciones en el litoral o la superabundancia de lanchas fuerabordas.

Pero durante meses, todo se detuvo, permitiendo a la naturaleza recuperar su espacio.

Entre octubre de 2020 y febrero de 2021, 18 nidos de tortugas laúdes, la especie más grande que puede llegar a 400 kilos, fueron encontrados en Phuket.

“Nunca habíamos visto un número así desde hace 20 años”, se ilusiona Kongkiat Kittiwatanawong.

También se halló un nido de tortuga golfina, el primero en 20 años.

En India, Filipinas o Estados Unidos se observaron fenómenos similares. Pero ahora que Tailandia empieza a reabrir tímidamente sus puertas al turismo, los científicos moderan su optimismo.

“La pandemia puede ofrecer a las tortugas marinas una pausa saludable”, señala Thon Thamrongnawasawat, de la Universidad Kasetsart de Bangkok.

Pero “sin política eficaz para protegerlas, no pensamos que esta crisis del covid tenga un impacto real a largo plazo”, agrega.

Estos animales tienen una gran longevidad, de hasta 100 años en determinadas especies. Y en Tailandia, como en muchos otros países, su futuro se ve amenazado por el cambio climático y la actividad humana.

El calentamiento global estropea los arrecifes de coral donde viven e impacta la repartición de sexos. Cuanto más caliente es el nido, mayor es la posibilidad de que salga una hembra, lo que puede alterar el equilibrio de poblaciones.

Además, los desechos marinos siguen siendo la primera causa de enfermedades y decesos.

“En un 56% de casos, las tortugas que nos traen han ingerido (desechos) o se han encontrado atrapadas en ellos”, explica la doctora Patcharaporn Kaewong, del Centro de Biología Marina de Phuket.

Sus instalaciones acogen actualmente 58 ejemplares que están siendo curados. Algunos deben ser operados, otros amputados y equipados con una prótesis antes de ser devueltos al mar.

Científicos y autoridades locales están alerta para toda la temporada de nidificación, que se alarga hasta febrero.

Cuando se detecta un nido, los agentes intervienen. Si la tortuga ha desovado demasiado cerca del agua, lo desplazan a un lugar seguro.

Si no, los nidos son protegidos con vallas de bambú y se organizan patrullas de vigilancia.

“Tras la eclosión, nos hacemos cargo de las tortugas débiles hasta que sean suficientemente fuertes para ir al mar”, explica Patcharaporn Kaewong. Su equipo instala también cámaras cerca de los nidos para educar a la población local.

El consumo de huevos era todavía una práctica habitual en Phuket hace algunas décadas.

Desde 1982 está prohibido recogerlos y el reino no ha dejado de soportar la legislación. Poseer ilegalmente o vender huevos de tortugas laúd está actualmente castigado con entre 3 y 15 años de cárcel y una multa de 10.000 a 50.000 dólares.

Las oenegés también recompensan financieramente a los locales que avisan de la presencia de un nido.

Los especialistas acuden además a las nuevas tecnologías, como los sistemas por satélite o los chips electrónicos, para observar a los animales.

“Gracias a este rastreo, hemos observado que pueden migrar mucho más lejos de lo que pensábamos”, explica Kongkiat Kittiwatanawong. Algunas llegan al norte de Australia, a miles de kilómetros de las playas paradisíacas de Phuket.

Colombia recibió ayer un nuevo lote de 2,1 millones de vacunas de la farmacéutica china Sinovac que hacen parte del mecanismo Covax y que estarán destinadas, principalmente, para primeras y segundas dosis para niños y niñas de entre 3 y 11 años.

“Tal y como lo habíamos anunciado llegaron 2,1 millones de vacunas del laboratorio Sinovac a través de mecanismo multilateral”, afirmó el viceministro de Salud Pública y Prestación de Servicios, Germán Escobar, citado en un comunicado de su despacho.

Agregó que “esta llegada es la primera entrega de tres envíos que se realizarán antes de que se acabe el año y que sumarán 6,3 millones de vacunas de esta farmacéutica”.

Estas dosis irán para menores porque “tienen una alta seguridad, dada la plataforma, que han evidenciado científicamente un buen comportamiento y perfil en la población pediátrica”.

Con este nuevo lote, Colombia ha recibido 79.780.304 dosis de vacunas contra la covid-19, razón por la cual el Gobierno hace un llamado para que los ciudadanos que no se han inmunizado lo hagan.

En desarrollo del Plan Nacional de Vacunación el martes fueron aplicados 284.875 sueros contra la covid-19, de los cuales 143.518 corresponden a segundas dosis y 15.924 a la fórmula monodosis de la farmacéutica Janssen.

Con ello ya son 63.187.778 dosis aplicadas en Colombia y 27.580.721 personas cuentan con su esquema completo de vacunación, en tanto que 2.830.428 ciudadanos han recibido dosis de refuerzo.

Por otra parte, el Ministerio de Salud de Colombia informó el jueves de otros 54 fallecidos por la pandemia de la covid-19, con lo que el país acumula 129.640 muertes y 5.115.194 contagios con los 2.475 nuevos casos.

Los vuelos se vienen cancelando debido a la variante Ómicron.

Más de 2.000 vuelos han sido cancelados en todo el mundo en el día de Nochebuena ante el avance de la variante ómicron de coronavirus, informó la empresa estadounidense Flight Aware, especializada en proporcionar datos en tiempo real sobre vuelos.

A las 9.00 hora local de la costa este de Estados Unidos (14.00 GMT) ya se habían suspendido en todo el mundo 2.045 vuelos, de los que 457 tenían como destino o punto de partida EE.UU.

Además, 4.604 trayectos han experimentado retrasos a nivel global, de los que 509 se dirigían hacia EE.UU. o partían desde ese país.

Según Flight Aware, las aerolíneas estadounidenses con más retrasos son United, con el 9% de sus vuelos cancelados y el 3% con retrasos, y Delta, que tuvo que anular el 6% de sus itinerarios y el 2% se retrasaron.

En un comunicado, un portavoz de Delta explicó que las cancelaciones se están produciendo por una “combinación de problemas” que incluyen dificultades meteorológicas en algunas áreas, así como el impacto de la variante ómicron, que ha hecho que algunos trabajadores tengan que quedarse en casa.

Mientras tanto, en otro comunicado United afirmó que ómicron está teniendo un “impacto directo” en las tripulaciones de vuelo y el resto del personal de la compañía. Detrás de las cancelaciones en EE.UU. se está librando un pulso entre los directivos de las grandes aerolíneas y los sindicatos.

Justo ayer jueves, el grupo de presión Airlines for America, que representa a Delta, United y American, entre otras, envió una carta a la directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés), Rochelle Walensky, para pedirle que flexibilice las directrices de esa institución sobre el periodo de aislamiento que deben cumplir quienes hayan estado expuestos al virus.

Actualmente, los CDC aconsejan un aislamiento de diez días, pero Airlines for America quiere que sea un máximo de cinco.. En respuesta, el sindicato de los auxiliares de vuelo, conocido como AFA, escribió también a Walensky una carta para pedir que se mantengan los diez días de aislamiento.

Charles Manson, el líder de un culto hippie que ordenó la masacre de Sharon Tate creyendo que era inminente el inicio de una guerra racial

En una sola noche 1969 y por órdenes de Charles Manson, un grupo de sus seguidores -casi todas mujeres a las que sometía a la esclavitud y la prostitución- mataron a la actriz -pareja del director de cine Roman Polanski- a cinco amigos que estaban esa noche con ella y a un matrimonio vecino. Condenado a prisión perpetua, su vida de locura en la cárcel y el destino de su séquito

De un pantallazo, Charles Manson parecía un hombre insignificante. Medía apenas 1,57 y su cara no tenía ningún rasgo sobresaliente. Sin embargo, las mujeres que lo rodeaban -mucho más jóvenes que él- contaban proezas sexuales. Y un detalle: sus ojos tenían un brillo extraño, casi diabólico.

Hollywood, en la ciudad de Los Ángeles y en plena década del ‘60, era un mundo de mansiones y calles que parecían salidas de una escenografía: colinas verdes, piscinas celestes, palmeras y el glamour de sus estrellas y la ambición de quienes deseaban serlo.

El 8 de agosto de 1969, ambos mundos -el de Charles Manson y el de Hollywood- colisionaron de la peor manera. Sus seguidores -más bien esclavas, casi todas eran mujeres- dejaron al mundo conmocionado con un raid de sangre pocas veces visto. En la misma noche, masacraron a puñaladas y balazos a la actriz Sharon Tate, al bebé de ocho meses que llevaba en su vientre, a cinco de sus amigos y, unos momentos después, al matrimonio de Leno y Rosemary LaBianca.

Charles Milles Manson, se convirtió, así, en la bestia negra de los días del hippismo, la droga y la revolución sexual. Y esa orgía criminal que desató, el apocalipsis del sueño de paz y amor de una generación.

Llegó a este mundo el 11 de noviembre de 1934 en Cincinnati, Ohio, de madre precoz (Kathleen Maddox tenía 16 años) y padre que no llegó a conocer: un matón, Walker Scott, que rápidamente huyó de la casa.

La madre –alcohólica y condenada a cinco años de cárcel en 1939 por asalto a una estación de servicio–tuvo un efímero matrimonio con un obrero de nombre William Manson: inocente portador de un apellido trágico.

De tal palo… Charles debutó en el delito en 1947, a sus 13 años: robo en un supermercado. Reformatorio. Fuga cuatro días después, con un amigo. De 1951 en adelante, más asaltos y robos de autos. Acumuló ocho cargos, lo liberaron en 1954 por buen comportamiento, se casó con la enfermera Rosalie Jean Williams, tuvo con ella su primer hijo, y hasta 1967 no hubo noticias de él… salvo su interés por el esoterismo y la filosofía oriental, acaso para matar el tedio carcelario.

Ese mismo año se mudó a San Francisco, recaló en un departamento prestado en Berkeley, un ladrón de bancos le enseñó a tocar la guitarra eléctrica –hay coincidencias acerca de su módico talento musical–, vivió como un indigente, y arrastró con él a la bibliotecaria Madison Brunner.

Y empezó entonces la verdadera historia del clan. De la Familia Manson. En poco tiempo, además de Madison, llegó a convivir con… dieciocho mujeres: un atleta del verano del amor del 67, que explotó en festivales y concentraciones hippies: para él, tan fácil como pescar en un barril…

Hacia el fin del verano consiguió –robado, posiblemente– un autobús escolar, lo inundó de alfombras y almohadones de colores, y con nueve de sus chicas recorrieron medio Estados Unidos.

¿De qué vivían? De la prostitución. Cuando llegaban las cuentas a las muchas casas que alquilaron o usurparon, las hacía pagar con sexo de sus adoratrices.

El 15 de abril de 1968, Brunner le dió un segundo hijo: Valentine Michael. De a poco, el monstruo que sería, pero todavía solo un marginal, un vagabundo, parecía destinado a la música, en especial cuando conoció a Dennis Wilson, el baterista de The Beach Boys, al que conquistó besándole los zapatos.

Pero la semilla del Mal empezó a germinar en su cabeza. Imaginó que los Estados Unidos estaban al borde de una eclosión devastadora: la batalla final entre negros y blancos –triunfantes los primeros–, preludio del Apocalipsis de San Juan… mezclado con música de The Beatles, esclavitud sexual, odio hacia los pigs (cerdos), drogas de todo tipo y color, y atracción –como imán– de chicas de buena posición social pero ávidas de aventuras, engañoso contraveneno de sus convencionales vidas.

En junio del 69, Manson reunió a sus esclavas sexuales y les dijo que estaban llamadas, con él, a señalarles a los negros su Helter Skelter (nombre tomado de un tema de The Beatles que alude a la escalera de caracol de un monumento londinense).

Y empezó a rondar el 10050 Cielo Drive, Beverly Hills, California, mansión alquilada por Roman Polanski y Sharon Tate…

En la mañana del 8 de agosto de 1969, Manson –totalmente desquiciado– les ordenó a sus esclavas y primeras amantes Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel asaltar la casa y “acabar con ellos de la manera más horripilante posible”.

Como autómatas, las tres obedecieron la orden del amo.

Esas noche, en la casa, estaban Sharon Tate (Polanski filmaba en Londres), embarazada de ocho meses, su amigo Jay Sebring –el peluquero de las estrellas–, el guionista Wojciech Frykowski, y su novia, Abigail Folger (rica heredera de un emporio de café).

En la medianoche del 9 cortaron la línea telefónica. Susan, Linda y Patricia entraron con bolsas llenas de ropa limpia y afilados cuchillos. Tex Watson, el único hombre del grupo, iba armado con un revólver y, sobre su hombro, llevaba una cuerda de nylon de trece metros. En ese momento salía de la casa un auto manejado por Steven Parent (18) amigo del cuidador de la mansión. Watson no perdió tiempo: lo mató de cuatro balazos en el pecho. Y el resto fue el infierno en la tierra: Sharon Tate y sus amigos murieron asesinados a balazos y puñaladas. Tantas que, contadas por la policía, rompieron la barrera de las cuarenta…

Terminada la masacre, sobre una pared y con sangre, escribieron pig (cerdo).

Y cebados de sangre, llegaron al 3301 de Waverly Drive, la casa de Leno LaBianca, ejecutivo de un supermercado, y de Rosemary, su mujer, y los cosieron a balazos y puñaladas: 41 de arma blanca solo en el cuerpo de Rosemary… Más de las 16 que terminaron con Sharon Tate y el hijo que latía en su vientre.

A ese crimen se sumó Leslie Van Houten, de una copetuda familia y princesa de su colegio secundario…

Por fortuna, la larga serie de crímenes programados se cortó pronto. Susan Atkins, detenida por un delito menor, se jactó entre rejas de la orgía de sangre de aquella noche, y la caída y prisión del clan, como piezas de dominó, fue cuestión de horas.

Manson fue condenado a muerte por instigador –no mató a nadie con sus manos–, pero en 1972 la sentencia fue reducida a prisión perpetua: la Corte Suprema anuló la pena capital en 1972.

Leslie Van Houten, que creyó “ver en Manson a Jesucristo”, cumple cadena perpetua.

Susan Atkins, ex bailarina de topless y la más cercana esclava de Manson, murió en prisión en 2009, a los 61 años. Confesó haber matado a Sharon Tate. Luego de oír su sentencia a perpetua, se burló del tribunal y del jurado: “Mejor que cierren bien las puertas y cuiden a sus hijos”, amenazó.

Patricia Krenwinkel, culpable de siete homicidios, tiene 69 años, jura que está arrepentida, y batalla por su libertad condicional.

Linda Kasabian logró inmunidad al declarar contra el Clan Manson. Tiene cuatro hijos y se supone que vive en algún lugar de la Costa Este.

Charles Manson murió en un hospital de la localidad de Bakersfield. Vivió en la misma celda durante 46 años. Solo la abandonaba unos minutos para buscar papas fritas o chocolatines en una máquina. Se supone que ha matado a más gente, aunque solo se le probó instigación para nueve homicidios. En los últimos años abrazó la Causa Verde: defensa del planeta (¿?). Jura que vive “en el inframundo”. Recibe –believe it or not– cartas de admiradores. Y algo perverso se ha edificado en torno del espanto que aun imponen su vejez y el deterioro de su cuerpo: los envoltorios de sus chocolatines se venden a 750 dólares…, y sus trozos de papel higiénico -¡¡¡usado!!!, a 500.

Una foto del año 2009 de Charles Manson en la Prisión Estatal de Corcoran, cuando se había tatuado una cruz esvástica entre las cejas (Photo by California Department of Corrections and Rehabilitation via Getty Images)

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