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Esta casa sevillana del s. XIX esconde buenas historias: la de los hermanos Bécquer, que aquí vivieron, o la más reciente de su época como estudio de arquitectura. Experiencias que llevaron a Amaro Sánchez de Moya a convertir el espacio en un loft lleno de sorpresas.
Abundan las singularidades de este edificio. Es una casa del s. XIX, seguramente una de las primeras construcciones que se hicieron en Sevilla con estructura metálica. Allí vivió el poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer, acogido durante un tiempo por su hermano Valeriano, el pintor. Y aquí había un estudio de arquitectura que le dio el aspecto industrial que aún mantiene. “Cuando lo vi”, dice el decorador Amaro Sánchez de Moya, “me dejé llevar por el halo mitómano del Bécquer y me enamoré de la altura de los techos, ¡nada menos que 4,60 m! proporciones del lugar ".
El proyecto de interiorismo que ha llevado a cabo ha consistido en adecuar el espacio a sus nuevas funciones como hogar y diseñar las estancias que faltan -cocina, baños, vestidor- pero sin perder su esencia. Además, “se suavizó su estética para eliminar el aire de la oficina con elementos como las jambas de las ventanas o la tira que recorre algunas paredes”. La planta principal, o planta baja, que es toda abierta excepto el aseo, la cocina y el recibidor, tiene doble altura y disfruta de una intensa luz natural gracias a dos enormes ventanales. Debajo del nivel superior se ideó una encantadora área de lectura y descanso con una biblioteca incorporada. Al dormitorio, al que se accede por una escalera de hierro y madera de sicomoro, se le dio cierta independencia con su ubicación en el ático, sobre una plataforma metálica volada. Además, en este nivel se encuentra el baño principal y un vestidor a modo de pasarela con baranda de hierro que también da a la sala.
En cuanto a la decoración, se impuso un estilo clásico, sin recargar, con pocas piezas pero todas de enorme valor estético e histórico. El mobiliario que puebla esta vivienda tipo loft se dispone principalmente en todo el perímetro para crear un cierto relieve y dar protagonismo a la arquitectura industrial. A su vez, “esto les permite moverse con cierta libertad y desorden sin afectar la sensación de armonía”, enfatiza la interiorista.
Los murales, imitaciones. Además de decorador, Amaro es un artista que hace murales asombrosos, como los bosques teatrales que ha pintado en el dormitorio, agregando profundidad y en el pasillo, donde causan un efecto sorpresa frente al inmaculado loft.
Orden perfecto. Grande la presencia de muebles antiguos, arte histórico y piezas de época para dar calidez y emoción. Por supuesto, todo en total armonía y con juegos de simetría. Además, los espacios centrales son muy despejados para facilitar la movilidad.