El mayor mal de nuestra sociedad

2022-08-20 14:04:57 By : Mr. Myron Shen

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Centro comercial La Morea en Pamplona. Javier Bergasa

Resulta que la Comarca de Pamplona/Iruñea es la segunda en el ranking europeo de dotaciones comerciales en grandes superficies por habitante (458 metros cuadrados por cada 1.000 habitantes, cuando la media europea es de unos 324 metros cuadrados por cada 1.000 habitantes).

A pesar de estar rodeados de grandes superficies comerciales por los cuatro puntos cardinales, no se desiste en el empeño de nuevas implantaciones: antigua parcela de Super Ser, Azpilagaña Sur, Ardoi, Ripagaina, avenida de Guipúzcoa, Echavacoiz... La última que se ha unido a este listado de macro instalaciones es la proyectada en el Valle de Egüés, promovida por "Atalaya Superficies Comerciales, S.L.", y consistente en un gran establecimiento ubicado en el término de Olaz, en el espacio comprendido entre la estación de servicio junto al centro de Escolapios y el McDonald s, de unos 13.000 m2 de superficie distribuido en cinco edificios destinados a actividades comerciales y de ocio sin especificar.

La primera pregunta que puede hacerse es la siguiente: ¿Necesita el Valle de Egüés esta macro instalación? La respuesta es inmediata: ¡Tajantemente no! Basta con darse una vuelta por la localidad de Sarriguren y fijarse en la cantidad de locales comerciales ya existentes junto a otros muchos susceptibles de ejercer una actividad comercial que se encuentran cerrados, es decir no aprovechados. De hecho, en Sarriguren los locales y superficie aptos para acoger actividades comerciales igualan a la actual superficie comercial en funcionamiento. Además, el Valle se encuentra a muy poca distancia del complejo de Itaroa en Huarte, y cuenta con una variada oferta de supermercados.

Entonces, si la población del Valle de Egüés no es deficitaria en servicios comerciales, ¿a qué interés responde esta nueva gran superficie? La respuesta vuelve a ser, una vez más, clara: a los intereses económicos de unos empresarios cuyo único objetivo es ganar dinero.

¿Quién ha decido realizar esa instalación? No ha sido el Ayuntamiento ni la población, auténticos convidados de piedra. Ha sido el Gobierno de Navarra quien ha declarado la propuesta presentada por la promotora como Plan Sectorial de Incidencia Supramunicipal. Una vez más, la iniciativa privada es quien planifica y dispone sobre nuestro territorio, pasando por encima de la voluntad de la ciudadanía y de los ayuntamientos. Y el Gobierno de Navarra no hace sino extender una alfombra roja, facilitando la función depredadora del capital.

Pero ¿no estamos en una situación de emergencia climática, energética y social? ¿No hay que poner en práctica unos planes de contención del gasto energético? ¿No estamos hablando de modificar los modelos de consumo? ¿A cuento de qué viene este empeño en seguir poniendo en pie un modelo de comercio que se ha demostrado especialmente dañino para el equilibrio de nuestros pueblos?

Desde los años 90 en los que se comenzó con la implantación de estas grandes superficies en la comarca de Pamplona/Iruñea, la experiencia nos ha demostrado que este modelo comercial afecta negativamente a las condiciones económicas, culturales y de bienestar de nuestra sociedad, con implicaciones graves en nuestros pueblos y ciudades. Constituyéndose en el principal factor de la degradación y desaparición del pequeño y mediano comercio de nuestras localidades.

Es un modelo cuestionado totalmente desde el punto de vista de la sostenibilidad. Opuesto totalmente al modelo tradicional de los asentamientos humanos que, al contrario, incide en la riqueza de la vida urbana, humaniza la calle y espacios públicos, pone en valor las actividades agropecuarias de los entornos rurales, revitaliza los comercios y mercados locales, los productos de temporada y de cercanía.

Sabemos que las grandes superficies propician un consumismo irracional, compulsivo, irreflexivo e insostenible, concentrando la oferta en manos de grandes grupos transnacionales. También se ha constatado que los grandes centros comerciales destruyen el doble de empleos del que crean por sus afectación al pequeño comercio local.

Está confirmado que incrementa la utilización del vehículo privado, el tráfico y la dispersión urbana y supone una mayor contaminación. Aumenta la ocupación del suelo para zonas de aparcamientos. De hecho, la gran zona comercial "Atalaya" supone la ocupación de 23.000 metros cuadrados para unos edificios que ocupan 13.000 metros cuadrados.

Socialmente perjudican a las rentas bajas y a los sectores más desfavorecidos de la población, pues encarecen la compra al hacerse imprescindible disponer de vehículo propio. Como centros de operaciones de las grandes corporaciones de alimentos, actúan de forma dictatorial con los productores locales, exprimiéndolos hasta la extenuación.

Estos grandes centros comerciales y de ocio producen una uniformización cultural que conlleva una pérdida de identidad propia. La homogenización de culturas, gustos, necesidades y preferencias contribuye a crear sociedades más frágiles y vulnerables. Si todos estas cuestiones responden al modelo de gran superficie comercial, insistimos en la pregunta: ¿Por qué se siguen implantando? ¿Por qué la Administración no establece una moratoria que impida su proliferación? ¿Por qué no existe una normativa que ponga freno a este despropósito? ¿Por qué se deja que sea la iniciativa privada quien decida sobre la ocupación de nuestro suelo, nuestra forma de vida, nuestra forma de comercio, nuestra forma de consumo? ¿Por qué no se establece por ley que los desarrollos comerciales solo pueden aprobarse si son complementarios de los desarrollos urbanos municipales y supongan un apoyo al uso residencial?

Ante la inactividad de la Administración no podemos sino hacer un llamamiento a la responsabilidad de la ciudadanía para que sea consciente de lo que suponen estas grandes superficies y opten por un consumo socialmente responsable y sostenible, utilizando el comercio local y de proximidad, volviendo la espalda al modelo de gran superficie que nos quieren imponer. Porque el mayor mal de nuestra sociedad es el de la búsqueda incesante del beneficio económico.

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