Ojalá Cannes de enero a diciembre | Opinión de Anitta Ruiz

2022-05-28 02:49:45 By : Mr. Steven Shi

¡Ay! Cómo me gusta soñar con un mundo de ríos de champagne y noches eternas en el Hotel Martinez, cientos de capas de tul, lentejuelas y gafas de sol camino de La Croisette a ver lo mejor del cine comercial e independiente. Con esto quiero decir que la semana pasada echó a rodar el Festival de Cannes y que yo estoy en mi sofá escribiendo esta columna. La francesa es, quizá, la alfombra roja más glamurosa del cine. Esos escalones reciben a lo más granado del mundo del celuloide (y últimamente también a celebrities de medio pelo, pero esto es el futuro y nadie dijo que tuviera que gustarnos) que sacan sus mejores galas y a los mortales nos dejan soñar.

Este año Cannes me ha hecho reafirmarme en una de mis grandes mantras desde que cumplí los cuarenta, no es por auto convencimiento ni nada. “La belleza y el estilo es una cuestión de edad”… vamos que las actrices maduras son mucho más guapas y elegantes que las nuevas generaciones. Para muestra, un botón, o un par de ellos.

Espectacular Sharon Stone con un vestido de Dolce & Gabbana (en la imagen de arriba) que si me lo pongo yo parece que soy una pared de azulejos de Talavera. Isabelle Huppert, demostrando que el negro es suficiente cuando se tiene toda la personalidad del mundo. 

Carla Bruni, con una sonrisa que es todavía más atractiva que su cuerpazo. Y luego está Tilda Swinton, que mira, no sé si es guapa o no pero nadie tiene más rollazo que ella. Se envolvió en las sábanas del hotel (vale, era un vestido de Alaia) y recorrió la alfombra flasheando a todo el mundo con un aura que sólo tienen las grandes estrellas. 

Una cosa, me vais a tener que reconocer el mérito de apreciar todo esto, básicamente porque también ha desfilado por allí Jake Gylenhall y cuando él está presente el resto del mundo se me nubla. ¡Qué hombre!

Ese derroche de lujo y brillo puede parecer una frivolidad pero soy de las que opina que es necesario. No sólo para poner en marcha la maquinaria tanto del cine como de la moda, sino también para que podamos evadirnos de una “realidad de mierda” y me vais a perdonar la feísima expresión, pero es que con lo del tiroteo de Texas estoy que no levanto cabeza. Así que me pongo frente al ordenador y empiezo a pasar fotos de mujeres despampanantes, hombres impecables, sonrisas eternas y ojos brillantes y durante unos momentos soy un poquito más feliz.

Por cierto, que como el mundo sigue girando aprovecho para contaros un secretillo. Últimamente se ha puesto de moda que hasta en la fiesta de cumpleaños de tu vecina del quinto haya un ‘dress code’ o código de vestimenta. Antes estas cosas eran sota, caballo y rey, pero parece que nos ha dado por ponernos creativos. Qué si “Verano tropical”, “Noche encantada bajo las estrellas” (ni que nos hubieran invitado al baile de instituto de “Regreso al Futuro”) o “Pink chic”, son sólo alguno de los ejemplos que me he encontrado en las pasadas semanas.

Lo del chic que no falte, parece que da estatus a cualquier evento, aunque luego pongan de comer medianoches de mortadela. Si os digo la verdad, dentro de un orden, esto me parece divertido, siempre que no compliques en exceso a los invitados. El secreto del éxito es algo sencillo para que la gente pueda cumplirlo, porque si no todo el mundo va a mandar a paseo la invitación y pueden pasar dos cosas. O que no vayan por no saber que ponerse o que al final todo el mundo termine con el típico vestidito negro de fondo de armario. 

Una última recomendación, si el código es auténticamente indescifrable, no dudéis en llamar a los organizadores para que o lo aclaren, estoy segura de que ellos responderán con gusto y agradecerán la muestra de interés. Al final una fiesta, por el motivo que sea, es para pasárselo bien. Y las cosas no están para que le pongamos trabas a la diversión. 

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